sábado, 15 de septiembre de 2012

La Tortura


     
      Ya no tiene fuerzas para oponerse, está cansado. Luchó con tanta fuerza, rabia y desesperación que partió su dentadura. Dolor insoportable. No sabe qué hacer. Traga sangre con pedazos de muela luego de su último grito sin aliento y muere, pero por dentro, muere como persona. Ausente mirada, distorsionado rostro de locura, amplia sonrisa desquiciada llena de sangre. Sede sus dedos apretados resguardados en sus puños con destrozadas muñecas por las oxidadas amarras de hierro. Resuena una carcajada de odio desmesurado mientras mutilan sus manos dedo por dedo, uña por uña, arrancadas con esa navaja desafilada. No grita, no sufre, disfruta, goza cada segundo sin aflojar la quijada con una sonrisa de maldad inhumana. El torturados se le acerca al rostro, escupiéndolo, insultándolo, pero él se muerde la lengua de regocijo, mientras, sin que lo note el interrogador, desgarra su piel de las amarras y lo toma por los ojos, explotándolos inmediatamente con sus pulgares. Luego con fuerza sobrehumana lo toma por el cuello y le muerde la cara mientras lo estrangula. Cae muerto sobre su regazo, toma su arma y se libera de las amarras en sus pies con dos disparos. Sale caminando semidesnudo para toparse con 4 soldados que llegaban por los ruidos de los disparos y sucumben, una bala por cabeza.  Solo quedan dos balas, y necesita más, necesita todas sus municiones, se abriga con el tapado de uno de ellos y huye. Se marcha matando sin cuidado a soldado que se le interponga, para su fortuna o de las víctimas, no había mucha gente en el batallón y escapa, vestido de soldado, vestido como una de sus víctimas. Escapa muerto, pero renacido a la vez. No tiene sueños ni rumbo, no quiere venganza, quiere sangre, quiere muerte, quiere acabar con todos, para por ultimo acabar con su propia vida, que ya no era suya, no era nadie. Era el espíritu asesino del hombre de pie, era la parca con carne, sangre y piel.
Despertar:
Siento una sensación de odio gigante y palpitante, tenia marcas en mis palmas de las uñas, me dolían las articulaciones de la mano, la mandíbula y la cara, todo contracturado por tensión y fuerza. Baba y lagrimas abundantes en mi cara, ropa y almohada.  Tengo ganas de llorar, gritar y golpear. Quiero destruir, quiero matar, quiero liberarme de este odio que se apoderó de mí. Quiero volver al sueño y dejarme matar por el torturador, cual sabor de su sangre no puedo dejar de saborear en mi boca.